Mensaje Navideño del Obispo de Zacatecas, Monseñor Sigifredo Noriega Barceló

Monseñor Obispo Sigifredo Noriega Barceló.

¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!

Lucas 2,14

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con

Jesús”

Papa Francisco, EG, 1

 

A los fieles cristianos, a los hombres y mujeres de buena voluntad: la esperanza, la alegría

y la paz estén con todos ustedes.

 

Hace, aproximadamente, 483 años los cristianos que llegaron a nuestras tierras

celebraron, por primera vez, la Navidad entre nosotros. Todavía no había templos pero

había seres humanos. Las circunstancias adversas no impidieron hacer un espacio para

celebrar, a la intemperie, el misterio que encierra el nacimiento de Jesús, como María y

José en Belén, como tantos creyentes pobres a lo largo de la historia. Junto a los ángeles y

pastores de todos los tiempos cantaron: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los

hombres de buena voluntad! Cielo y tierra; gloria y paz; Dios y el hombre; bondad y

voluntad. Valores humanos y aspiraciones divinas. El ser humano en la riqueza y en la

pobreza de su esencia. Celebrar bien la Navidad es visitar lo más humano del amor de Dios

y lo más divino del corazón humano. Por eso Navidad es fiesta entrañable, llamado que

nos humaniza, familia cercana y lejana que busca reunirse, esperanza que nos hace volver

a soñar, bocado grande de alegría, deseo desbordante de felicidad. Es volver a casa, a

nuestro hábitat original, casi casi al paraíso. ¡Feliz Navidad, año 2013!

 

No sabemos bien cómo celebraron la Navidad, hace ciento cincuenta años, los cristianos y

los habitantes de lo que hoy es la diócesis de Zacatecas. Más allá de las costumbres y las

circunstancias vigentes, estamos seguros que nuestros tatarabuelos dejaron sus rutinas,

salieron de sus casas, se asomaron al pesebre, miraron a José y a María, contemplaron

con estupor al Niño Jesús y cantaron como modernos pastores y ángeles de aquel tiempo:

¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! El Misterio

de la Navidad volvía a estar presente en los misterios de la vida y de la historia humana,

en otra forma de intemperie. Nuestros antepasados se acercaron al Misterio, se dejaron

abrazar por el amor de Dios que se manifestaba en aquel Niño recién nacido, se reflejaba

en la pobreza de María y de José, y era cantado por la fe sencilla y alegre de los pastores.

Luces y sombras; historia escrita por los más fuertes y la historia callada de los humildes;

guerras y paz; destrucción de seguridades, sufrimiento ocasionado por el desamor y, al

mismo tiempo, la esperanza audaz para volver a empezar; la historia de los pueblos en la

crudeza de su humanidad, con el final incierto de sus luchas, batallas y guerras. Celebrar

bien la Navidad es aceptar que Dios ha entrado en la historia, a nuestra historia, para

sanarla, redimirla, darle futuro. Es historia de Salvación. Es oferta-invitación-llamado a

quien quiera mirar en el Niño Dios al Salvador de la historia y del mundo. Con la Navidad se vuelve a encender la chispa de la esperanza y la posibilidad de la paz al alcance del que

cree. Con Cristo podemos darle piso y horizonte a todas nuestras historias para que sean

de salvación y tengan un final de plenitud y felicidad. ¡Feliz Navidad, año 2013!

 

Es el tiempo de Navidad, nuestra Navidad, año 2013 después de Cristo. Vivimos el gran

acontecimiento del Nacimiento de Jesús en tiempos nuevos, con posibilidades inéditas

que no imaginaron las generaciones anteriores. Sin embargo, las tradiciones y costumbres

están cambiando. Las circunstancias son muy diferentes a las que vivieron nuestros

mayores. Los valores del mercado, -muy diferentes a los valores-dones-virtudes de la fe, la

esperanza y la caridad-, pretenden fundamentar y sostener la dignidad de la persona, la

convivencia humana, la relación con la historia y el destino común de los bienes de la

creación. La conciencia moral se está fragmentando: da lo mismo hacer el bien que hacer

el mal con tal de que… Muchos pobres van quedando en la orilla del camino, marginados,

ninguneados, pisoteados. El horizonte de la vida se ha achicado a lo inmediato, placentero

y útil. La familia, la escuela, el pueblo, los ámbitos donde nace, crece y madura el ser

humano están irreconocibles. Vivimos a la intemperie ética y moral, en la intemperie

humana. Celebrar bien la Navidad es acercarnos, sin condiciones, a Jesús Niño, recostado

en el pesebre, creer en Él, aceptar su camino, dejarnos abrazar por la ternura de su amor,

adorarlo. Como los pastores de la primera Navidad y los pastores de todas las Navidades.

Dios sale, otra vez, a nuestro encuentro para que volvamos a encontrarnos con nuestra

dignidad de hijos y hermanos. Sólo basta creer que el Niño nacido en Belén es el Hijo de

Dios que viene a salvarnos. Sólo basta “hacer todo lo que Él nos mande” (Jn 2,5) y

tendremos vida en abundancia. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera

de los que se encuentran con Jesús”, nos ha escrito el Papa Francisco. Si lo hacemos

podremos cantar con ritmo moderno: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los

hombres de buena voluntad!

 

Que la celebración cristiana de la Navidad nos ayude a crecer como hijos alegres y

hermanos solidarios.

 

Que la celebración cristiana de la Navidad encienda nuestro amor a Dios y pongamos más

pasión para ayudar a los pequeños y necesitados.

 

Que la celebración de la Navidad revolucione nuestro corazón de discípulos misioneros de

Jesucristo y hagamos la mejor de todas las reformas: la transformación del corazón y de

los corazones.

 

Que la celebración cristiana de la Navidad, en el Año Jubilar, nos ponga en el camino de la

conversión personal y la renovación pastoral de la Iglesia.

 

¡Feliz y misionera Navidad 2013!

 

+ Sigifredo Noriega Barceló

Obispo de Zacatecas

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